lunes, 21 de enero de 2008

Último tren a la Argentina potencia

En los años setenta -los mismos que la actual generación gobernante define como "época dorada", aunque por motivos ligeramente distintos- el tercer gobierno peronista acuñó un eslogan que convocaba a cierto optimismo sobre las posibilidades del país, el de "Argentina potencia". No era, por cierto, un eslogan típicamente setentista, ni mucho menos su autor, el coronel Vicente Damasco, cuya incorporación al gobierno fue vista como una maniobra para hacer madurar el clima del golpe militar.
Ahora, estos setentistas, entrados en edad aunque no demasiado maduros, reflotan algunos de esos sueños de grandeza. La idea -anunciada por la Presidenta- del tren bala a Rosario y Córdoba suena bastante lógica en un país que contó hasta hace algunas décadas con una de las redes ferroviarias más extensas del mundo. Lo que no parece lógico es que no advierta que muchos de los votantes del conurbano, que la han premiado con su voto casi decisivo en las últimas elecciones, hace años que están esperando poder viajar un poco más dignamente. La actual administración, como en tantos otros campos, ha mantenido -al menos en su sustancia- la estructura de las privatizaciones menemistas, basadas en generosos subsidios para cubrir los déficits operativos generados por las tarifas "sociales".
Como sucede también a menudo, el pueblo adapta sus necesidades a sus posibilidades. No sólo por deporte los ciudadanos del conurbano usan sus bicicletas, sino para ahorrarse el peso y monedas que les cuesta tomar el colectivo desde la estación de tren hasta su casa. De allí que los furgones se completen muy pronto, aunque se haya denunciado que se les da otros usos, no muy deportivos por cierto.

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