viernes, 15 de enero de 2010

A la eternidad

A más de una semana de la muerte de Sandro, cuando empiezan a apagarse los recuerdos de su extensa carrera -al menos en los medios, atrapados por la urgencia de cada día-, es tiempo de intentar un balance sobre lo que significó esa cadena de éxitos casi ininterrumpidos durante décadas.
Como se sabe, Sandro nació como un precoz imitador de Elvis Presley, y sus contorsiones juveniles escandalizaban a las señoras de pro y excitaban a las más jóvenes, sobre todo las de los sectores populares. En tiempos de "mediáticos" que se desesperan por que conozcamos su vida íntima, él pudo ocultar sus amores, lo que generó un sinnúmero de fantasías entre los periodistas del rubro chimentero.
Pero Sandro y los periodistas que acompañaron su éxito tenían eso que se conoce como "códigos". Como han contado muchos de ellos, él los reunía alrededor de una mesa y compartía anécdotas que les permitían escribir algo sabroso sobre él sin vulnerar su intimidad.
También se ha dicho que supo ser un muy buen vendedor de lo que hacía. Si bien pudo haber seguido siendo el rockero de sus comienzos, intuyó que podía renovar la balada romántica con ese toque erótico que las letras apenas insinuaban, algo muy diferente de la actual "cumbia villera", como si a las masas empobrecidas les estuviera vedada la metáfora.
El tiempo de Sandro fue, pese a los claroscuros de nuestra historia, un tiempo de inocencia. En la comparación con Palito Ortega tiene a su favor el hecho de que su carrera no haya sido puesta al servicio de los poderes dictatoriales. Lo suyo habrá sido pasatista, pero en un continente tan vasto como el nuestro su figura cobró una dimensión con pocos antecedentes.
Él no quiso que lo lloraran cuando se fuera a la eternidad. El que murió la semana pasada fue Roberto Sánchez, pero Sandro seguirá vivo en la memoria de los que amaron su música y de las "nenas" que fantasearon con él.

sábado, 11 de julio de 2009

Leonardo Favio y el silencio de Felipe Solá

"Que desde el PJ salga una definición de si se es kirchnerista o no y que esa definición sea por el congreso o por internas o como se quiera, que sea un partido nacional, popular y abierto y no una secta dogmática que está detrás de un hombre que cayó derrotado".

Sin meternos en honduras, con minúscula, Leonardo Favio tiene todo el derecho de agradecer o desagradecer a quien crea conveniente por la colaboración que haya recibido en algún momento. Pero el gesto de borrar a Felipe Solá de los créditos de una de sus películas por su supuesto silencio frente al golpe de Estado en Honduras parece más propio de algún irreflexivo militante que de un lúcido director de cine.
La película sobre Perón que muchos están descubriendo hoy ya tiene diez años, y si la memoria no me falla fue preparada como apoyo al "peronismo peronista" de Duhalde. Cuando se lanzó recuerdo que eran varios videos, y salvo los peronistas muy fanáticos, no creo que fuesen muchos los que en aquel momento hayan oblado los diez o quince pesos de aquellos tiempos por cada cinta, que estoy seguro fueron más de cuatro. Hoy, cuando ya los costos están amortizados, la inversión requerida en el formato de DVD es de razonables ochenta pesos. Durante algún tiempo pudieron verse fragmentos en Crónica TV, que sigue firme junto al pueblo aunque el pueblo esté hoy un tanto desorientado.
No he visto ningún agradecimiento de Favio al gobierno de la provincia de Buenos Aires que encabezaba (sin ironías) Duhalde, cuyo eslogan de aquel tiempo era "Gente de trabajo", que cambió levemente al de estos días "Nosotros hacemos", pero es posible que también hubiese borrado esas referencias.
Las mejores películas de Favio son, en mi relativa opinión, las de los sesenta ("Crónica de un niño solo", "El dependiente" y para quienes la vieron, la primera versión del Aniceto). En los setenta, aparte de aquella candorosa aparición en el palco de Ezeiza que relata Horacio Verbitsky, hizo un revisionismo de ciertos mitos literarios como Moreira o Nazareno Cruz. Durante los años de la dictadura -no lo sé pero lo imagino- habrá sido una de las tantas víctimas de la censura, y en los (malditos) noventa se animó con Gatica, emblema inigualable del apogeo y la caída del peronismo, donde insertó mucho material de archivo que luego utilizaría en su serie sobre Perón.
Su documental sobre Perón es una versión en copia digital de los viejos noticieros de Sucesos Argentinos, con toques aggiornados. Pero aunque muchos estén legítimamente conmovidos por un pasado que pocos vivieron de primera mano, me conmueve mucho más lo que ha venido mostrando Pino Solanas en los últimos años, solamente porque le veo ese gesto militante de ir y buscar las huellas de ese deterioro profundo que ha venido sufriendo el país en las últimas décadas.
Favio tiene también el derecho de enojarse con Solá por haber tratado de "secta dogmática" al kirchnerismo, y acaso eso sea lo que realmente haya provocado una reacción que se homologa a la orden de Néstor Kirchner de descolgar el cuadro de Videla.

martes, 26 de mayo de 2009

Gloria y loor

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó al pie del Obelisco un festival musical en el que cantantes populares interpretaron las viejas canciones patrias de la escuela como parte de los festejos por el 25 de Mayo.
La celebración se pareció a un combo de actos escolares, y sorprendente fue que el cantante del grupo de cumbia villera "Damas Gratis" Pablo Lescano interpretara una versión -obviamente en ritmo de cumbia- del Himno a Sarmiento.
Vista la decadencia de la educación pública, de la que no es ajena la jurisdicción convocante al festejo, no deja de ser paradójico que un género musical que el sanjuanino seguramente hubiese repudiado por celebrar la barbarie haya servido para rendirle homenaje.
Pero Sarmiento, como se ha relatado en innumerables clases de historia, no dejó de usar un género de la cultura popular como el graffiti cuando se vio obligado a refugiarse en Chile y dejó plasmada en una roca -y en francés- aquella frase "Las ideas no se matan". Con el correr de los años una sentencia muy parecida se contará entre las frases célebres del siglo XXI: "La pelota no se mancha". El autor de esa frase -un maestro en lo suyo- recibió antes que don Domingo Faustino su homenaje en ritmo de cuarteto, y sabemos que le gustó el tema compuesto por Rodrigo Bueno.

domingo, 17 de mayo de 2009

Sentenciada

Marcelo Tinelli es uno de los formadores de opinión más influyentes en estos momentos en el país. Debe esa influencia a haber sabido, en los últimos veinte años, ofrecer entretenimiento masivo sin pretensiones de calidad.
En los años noventa, sus cámaras ocultas generaron encendidos debates éticos. La nueva década marcó el auge de los reality-shows, un género que hace pública la vida privada de quienes buscan un rato de fama. El formato se adaptó, en clave paródica, a las particularidades de la clase política argentina. Pero hubo un presidente, Fernando de la Rúa, que hizo empalidecer los rasgos de su propia caricatura cuando apareció como un hombre extraviado y confundido en el estudio del conductor.
Cuando se fueron todos de la casa, en su programa aparecieron soluciones módicas y adaptadas a los tiempos de crisis, como imitadores, chicos que contaban chistes y otros que declaraban alguna habilidad digna de ser mostrada en cámara. El año pasado fueron los escandaletes de actrices o aspirantes a ello, con exhibición de vergüenzas públicas y privadas bajo la excusa de cumplir el sueño de quien procuraba ayudar a una causa más o menos noble.
El calendario electoral marca que hoy la clase politica vuelva a estar en el ojo de la tormenta, con niveles de frivolidad que tienden a acercarse a los de las pulposas modelos que bailaban en el caño. Parece que el ex presidente Kirchner, que se prestó a un paso de comedia con el imitador del desventurado De la Rúa, teme a la caricaturización de su esposa. No deja de tener un peso simbólico que el voto de los televidentes decida poner fin a su permanencia en la representación ficticia del sketch que para ser más fiel a la realidad debería llamarse "Gran Marido".

sábado, 2 de mayo de 2009

Evita había una sola

No volvió ni fue todavía millones, pero si contamos las actrices que la han representado en el cine y en el teatro llegaríamos sin mayor esfuerzo a una decena, de las cuales la más célebre es seguramente Madonna. Entre las actrices autóctonas se destacan Nacha Guevara y Esther Goris.
La primera de ellas -nacida con el nombre de Clotilde Acosta- se lanzará a la política desde la candidatura ofrecida por el jefe del justicialismo y presidente de la Nación entre bambalinas. La segunda mantiene una relación sentimental con el gobernador de San Luis, aunque no participa abiertamente de las actividades políticas de los Rodríguez Saá y de hecho su carrera artística no ha tenido mayores éxitos desde su personificación de la abanderada de los humildes, junto a un inverosímil Perón a cargo de Víctor Laplace.

El apellido artístico de la siempre joven Clotilde recuerda al del revolucionario más renombrado que han dado estas tierras. Probablemente su elección, cuando la artista empezaba su larga juventud, haya pasado por el peso simbólico de ese apellido. De todos modos, en la boleta del Frente para la Victoria (o Hasta la Victoria Siempre) su nombre corre el riesgo de ser confundido con el de una anónima integrante más de la larga lista sábana del territorio bonaerense.
Quizás la verdadera razón de la candidatura de Nacha Guevara haya sido la confesada vocación artística postergada de quien representa el papel de Presidenta de la Nación, la señora Cristina Fernández, que en sus discursos recuerda el tono lastimero de la Evita de los últimos tiempos, con el agregado de sus conocidos ademanes de maestra que en los actos patrios se dirige a su alumnado. Pero se sabe que hay una pasión, además del justicialismo, que las une: su deseo de parecer mucho más jóvenes que lo que el insobornable almanaque determina.

domingo, 12 de abril de 2009

Una candidatura de archivo

Luego de sondear infructuosamente a varios referentes (Filmus, Ibarra, Telerman) más identificados con el justicialismo, Néstor Kirchner encontró un candidato a diputado nacional cuya mayor virtud sería la de "resistir un archivo", según la temprana publicidad que acompaña su lanzamiento.
Desde siempre vinculado con el movimiento cooperativo, Carlos Heller ha sido uno de los tantos militantes de la diáspora del comunismo argentino que han buscado otros horizontes en materia política (ha formado una de las tantas "segundas marcas" que ocultan al Partido Justicialista en el llamado "Frente para la Victoria", cuyo nombre ya no responde a la realidad de los últimos tiempos). Antes se hizo conocer por el público cuando acompañó a Antonio Alegre, un empresario de simpatías radicales que tenía una empresa de construcciones que frecuentemente obtenía contratos de obra pública, en la gestión del club Boca Juniors.
Los socios del club de la Ribera no guardan un gran recuerdo de esa gestión, en la que obtuvieron un par de campeonatos en casi quince años, y como goles son amores, prefirieron a Mauricio Macri, hasta entonces conocido por la circunstancia de haber sufrido un secuestro a comienzos de los años noventa y sobre todo por ser el hijo de un empresario cuyos vínculos con el poder político eran mucho más sólidos que los del campechano Alegre.
El tiempo volvió a poner en competencia a Macri y a Heller, aunque de modo indirecto, por acompañar a Daniel Filmus en las elecciones para jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Filmus y Heller volvieron a ser desplazados por Macri y su compañera de fórmula Gabriela Michetti, mucho más carismática que su contraparte, aunque su desgracia personal haya podido ser un factor importante.
Heller tiene en los afiches un aire a César Luis Menotti, quien dirigió a Boca un par de veces en su período de gestión boquense con escasos resultados. Ambos cultivan una versión refinada de ese progresismo tan difícil de caracterizar como fácil de demonizar es lo que se le opone discursivamente: "la derecha". Por otro lado, al banco que preside Heller le han cabido las generales de la ley: en 2002, como todos los demás, se quedó con los depósitos de los ahorristas, aunque una ingeniosa publicidad lo presenta como "un banco que no tiene clientes, sino dueños". Además participó del negocio de las AFJP y Heller tampoco protestó cuando la Presidenta anunció el fin de las jubilaciones privadas. Al menos eso no consta en ninguno de los archivos.

lunes, 6 de abril de 2009

Queríamos tanto a Alfonsín

El fallecimiento del ex presidente Raúl Alfonsín provocó una casi insospechada manifestación de dolor popular, si se piensa que debió entregar anticipadamente el poder a Carlos Menem, candidato triunfante en las elecciones presidenciales de 1989, ante la incontenible inflación y los saqueos en el Gran Buenos Aires y Rosario.

No se homenajeó a un dirigente de un partido desprestigiado tras otro anticipado alejamiento del poder, el de Fernando de la Rúa doce años después, sino a un líder que encarnó las esperanzas de un cambio profundo de la cultura política argentina sin lograrlo definitivamente. Aunque por una razón lógica su hijo Ricardo, el único que heredó su vocación política, fue la cara visible de su familia en las exequias, la ocasión pareció propicia para el reencuentro de la "familia radical", especialmente de nombres casi ausentes del panorama político actual como Moreau o Federico Storani, y el nunca bien ponderado Enrique "Coti" Nosiglia, flor y nata de la otrora poderosa Junta Coordinadora, a la que en su época algún exagerado bautizó como "los montoneros de Alfonsín".

La herencia política de Alfonsín no se dirimirá entre sus laderos de ese entonces y mucho menos le correspondería al ninguneado vicepresidente Cobos, que parece encaminado a protagonizar un "regreso del hijo pródigo" al que tarde o temprano se sumarían Elisa Carrió y hasta Ricardo López Murphy, que nunca podría haber sido ministro de Alfonsín y apenas duró dos semanas con De la Rúa. Ricardo Alfonsín, que siempre fue un hijo identificado con su padre, tendrá que ceder su lugar a los hijos pródigos o a algunos de ellos-, porque su apellido no es garantía de victoria.