sábado, 2 de febrero de 2008

Otro tren, el de la impotencia

Las conciencias culposas los llaman "recicladores urbanos". El otro nombre, "cartoneros", rezuma desprecio, aunque también remite al de aquel testigo que mientras hacía su tarea vio cómo Monzón tiraba a su mujer desde el balcón, y más adelante, unido al de su nombre propio, fue usado por el inefable Diego para caracterizar al ingeniero que hoy precisamente se debate con estos habitantes del paisaje cotidiano. También se les decía "cirujas", según parece, por su habilidad casi de cirugía para separar los residuos.
Un fallo judicial, de uno de estos jueces a los que les gusta hacerse notar, ordena a una empresa ferroviaria a poner a disposición de estos exponentes de la miseria argentina una formación de vagones que ya había sido desmantelada. La empresa responde que esa formación había sido retirada por el estado ruinoso en el que había quedado como consecuencia inevitable de un uso no previsto para ella, y que por lo tanto no podrá reponerla. Tampoco sería lógico pretender que se desafecte del ya deficiente servicio otro grupo de vagones y con ello aumenten las penurias de los pasajeros que van y vuelven de su trabajo.
Los cartoneros porteños, o un grupo de ellos, han recibido el obvio apoyo de los "luchadores sociales" de tiempo completo, cuya dedicación a ese tipo de causas en general no ha tenido una compensación adecuada en las urnas. Por cierto, ellos son trabajadores -informales- y muchas veces han dicho que esa penosa tarea es lo único que los ha salvado de caer en el delito. Es tiempo de que los que tienen la palabra al respecto se empeñen en buscar una solución que contemple sus necesidades y no signifique más molestias que las que ya padecen muchos vecinos de la ciudad, sensibles o no tanto.

No hay comentarios: