sábado, 28 de febrero de 2009

La estupidez de los derechos humanos

Susana Giménez es -qué duda cabe- una figura popular del espectáculo argentino. Luego de una discreta carrera como actriz en sus años más jóvenes, con éxitos como la pelicula La Mary, gracias a la cual conoció a Carlos Monzón, con quien tuvo un tormentoso vínculo sentimental, fue una de las partenaires de Olmedo y Porcel hasta comienzos de los ochenta.

Más adelante fue noticia por sus sucesivos romances con Ricardo Darín y Huberto Roviralta -con escandaloso y costoso divorcio incluido-, y posteriormente con Jorge "Corcho" Rodríguez. Su actual pareja está menos expuesta a los focos de la televisión, que, excepto algún año sabático, la ha contado casi ininterrumpidamente durante dos décadas como una formadora de opinión de millones de personas, además de ofrecerles un entretenimiento liviano.

En estas horas su nombre ocupa nuevamente las páginas de los diarios y las pantallas televisivas, por la violenta muerte de uno de sus colaboradores en uno de los barrios del conurbano a los cuales Susana sólo llega mediante su programa. La visceral reacción de la Giménez ha sido, según pudo oírse, "Termínenla con la estupidez de los derechos humanos. El que mata debe morir".

Imaginamos que en las próximas horas algún funcionario del Gobierno, o la mismísima Presidenta -a quien le gustaría alcanzar en este momento los niveles de popularidad de Susana- han de contestar un exabrupto tan políticamente incorrecto. Pero Susana no compite por ocupar una banca del Congreso ni encabeza rebeliones de productores agropecuarios, y ni siquiera se la puede acusar de negar crímenes contra la humanidad, lo que, de no haber nacido en la Argentina, podría haber sido causa de su salida inmediata del país.

La mayoría de los televidentes de Susana Giménez no escuchan ni leen a Nelson Castro, a Magdalena Ruiz Guiñazú o a Joaquín Morales Solá, aunque las argumentaciones de estos periodistas tengan un fundamento mucho más sesudo que las de la "diva de los teléfonos". Chiche Gelblung u Oscar González Oro, que no molestan tanto al Gobierno, son tan eficaces como Susana en esto de moldear las mentes de millones de personas sin que se note.