domingo, 16 de marzo de 2008

El reverendo

Pasó por Buenos Aires el pastor evangelista Luis Palau, argentino que hizo realidad su sueño americano como uno de los más exitosos predicadores mediáticos.
Su presencia no estuvo exenta de controversias por el cierre de un espacio público casi vital para la circulación vehicular en un día laborable. Claro está que a diario se sufren interrupciones no previstas del tránsito ante las cuales las autoridades se cuidan de disgustar a sus promotores.
Tal vez la convocatoria no fue lo multitudinaria que se esperaba, pero se vio incentivada por diversos números musicales de artistas que se identifican con el mensaje de Palau. Probablemente también haya asistido más de un curioso, para ver directamente en qué consiste el magnetismo de su prédica, que como es habitual en estos casos descansa en un contacto con la multitud en el que predomina la emoción.
Palau habla, como es obvio, de Cristo. También lo hacen, como es no menos obvio, otros pastores evangélicos y los sacerdotes y obispos católicos. Cada uno de ellos aplica diferentes estrategias en la segmentación del complejo mensaje cristiano, a pesar de que los Evangelios ocupen menos de un centenar de páginas en las ediciones de la Biblia.
Los pastores como Palau instalan el mensaje de que la fe ayuda a vivir mejor la vida, especialmente en el aspecto material. No citan, como es también previsible, a Max Weber y su definición de la "ética protestante" que se opondría a la relación culposa con el dinero que habrían promovido los misioneros católicos en América. Esto también explicaría por qué las iglesias evangélicas han sabido desarrollarse a partir de la insistencia en el diezmo de los feligreses, mientras todavía muchos creen que la Iglesia Católica no necesita de tales contribuciones por el dinero que recibe del Estado, en rigor reducido a situaciones particulares y que de ningún modo llega a las parroquias.
Sin caer en el escepticismo socarrón de ciertas crónicas periodísticas sobre la visita de Palau, habrá que llegar a la conclusión de que la Argentina es un país cada vez más rico en sus expresiones religiosas visibles, y esto no debería ser lamentado por nadie, empezando por los católicos y siguiendo por los mentados escépticos.

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