domingo, 12 de abril de 2009

Una candidatura de archivo

Luego de sondear infructuosamente a varios referentes (Filmus, Ibarra, Telerman) más identificados con el justicialismo, Néstor Kirchner encontró un candidato a diputado nacional cuya mayor virtud sería la de "resistir un archivo", según la temprana publicidad que acompaña su lanzamiento.
Desde siempre vinculado con el movimiento cooperativo, Carlos Heller ha sido uno de los tantos militantes de la diáspora del comunismo argentino que han buscado otros horizontes en materia política (ha formado una de las tantas "segundas marcas" que ocultan al Partido Justicialista en el llamado "Frente para la Victoria", cuyo nombre ya no responde a la realidad de los últimos tiempos). Antes se hizo conocer por el público cuando acompañó a Antonio Alegre, un empresario de simpatías radicales que tenía una empresa de construcciones que frecuentemente obtenía contratos de obra pública, en la gestión del club Boca Juniors.
Los socios del club de la Ribera no guardan un gran recuerdo de esa gestión, en la que obtuvieron un par de campeonatos en casi quince años, y como goles son amores, prefirieron a Mauricio Macri, hasta entonces conocido por la circunstancia de haber sufrido un secuestro a comienzos de los años noventa y sobre todo por ser el hijo de un empresario cuyos vínculos con el poder político eran mucho más sólidos que los del campechano Alegre.
El tiempo volvió a poner en competencia a Macri y a Heller, aunque de modo indirecto, por acompañar a Daniel Filmus en las elecciones para jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Filmus y Heller volvieron a ser desplazados por Macri y su compañera de fórmula Gabriela Michetti, mucho más carismática que su contraparte, aunque su desgracia personal haya podido ser un factor importante.
Heller tiene en los afiches un aire a César Luis Menotti, quien dirigió a Boca un par de veces en su período de gestión boquense con escasos resultados. Ambos cultivan una versión refinada de ese progresismo tan difícil de caracterizar como fácil de demonizar es lo que se le opone discursivamente: "la derecha". Por otro lado, al banco que preside Heller le han cabido las generales de la ley: en 2002, como todos los demás, se quedó con los depósitos de los ahorristas, aunque una ingeniosa publicidad lo presenta como "un banco que no tiene clientes, sino dueños". Además participó del negocio de las AFJP y Heller tampoco protestó cuando la Presidenta anunció el fin de las jubilaciones privadas. Al menos eso no consta en ninguno de los archivos.

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