sábado, 6 de septiembre de 2008

Pasó un ángel

Eduardo Bergara Leumann fue un ángel regordete, como aquellas pinturas o esculturas barrocas, eternamente vestido con un sombrero que era su marca de fábrica y cuyo hogar era una especie de templo gótico, y al irse dejó tras de sí el silencio.
Se trata de uno de los últimos exponentes de la cultura alternativa de la segunda mitad de los sesenta, la que florecía contra la represión ultramontana, cuyo otro bastión era el Di Tella.
Se atrevió a desacartonar el tango cuando parecía destinado a perder la partida con el entonces naciente rock argentino. Desde su primera Botica, que dio paso años más tarde a la 9 de Julio, abrió las puertas a jóvenes talentosos como Susana Rinaldi.
Sus tertulias reunían a todo tipo de artistas para quienes la Botica era su casa. Años más tarde encontró, a unas pocas cuadras, esta morada donde se quedó a esperar serenamente la muerte, sin privarse de aquello que poco convenía a su salud. Llegó así a los 76 años, una edad tras la cual son pocos los afortunados que pueden mantener sus sueños.
Como todo ángel, nunca nos dará la espalda, y quizás con sus congéneres esté preparando un nuevo espectáculo coral para recibirnos por si nos toca llegar a esos mismos sitios.

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