miércoles, 3 de septiembre de 2008

París era una fiesta

La fiesta, en realidad, no era en la Ciudad Luz, pero el Salón Blanco de la Casa de Gobierno mostraba todas sus luminarias a pleno para celebrar el anuncio presidencial de la cancelación de la totalidad de la deuda con el Club de París, es decir, los principales países europeos que habían hecho una "vaquita" que con el tiempo se transformó en una verdadera hacienda.
Como cuando tres años antes Néstor Kirchner canceló de la misma forma la deuda con el FMI, algunos quisieron ver en la decisión de su esposa un gesto de afirmación soberana.
Algunas manifestaciones de los que aplaudieron el anuncio de Cristina Fernández no dejan lugar a dudas. Por ejemplo, Hugo Moyano expresó, muy suelto de cuerpo: "La decisión de pagar al Club de París produce la apertura de líneas de crédito internacional y, además, les saca el discurso a los neoliberales, que permanentemente criticaban". Moyano pareció no advertir que si se hace lo que piden los neoliberales con el tiempo se pasa a ser uno más de ellos.
Lejos quedaron las afirmaciones de soberanía de quienes defendían los préstamos a tasa leonina de Chávez. Pero para muchos esto se parece demasiado a una "fuga hacia adelante" que permita soñar con trenes de alta velocidad en un país en el que el transporte aéreo es -pese al otro sueño nacional y popular de Aerolíneas- casi una quimera.
En París, sin embargo, reclaman una pequeña diferencia, casi el precio del tren bala. Los "mercados", esa metonimia que define a poderosos operadores internacionales, están manejando dos variables que deberían preocupar a quienes toman las decisiones de la economía argentina: el precio del milagroso "yuyo" por el que tanto se peleó en los últimos meses y el "riesgo país", un concepto que nos retrotrae a los febriles días que se vivían en los primeros años de esta década.

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